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Cultiva(te)

Cultivar:
1. Dar a la tierra las labores necesarias para que fructifiquen.
2. Poner los medios necesarios para mantener y estrechar el conocimiento, el trato o la amistad.
3. Desarrollar o ejercitar el talento, el ingenio, la memoria, etc.
4. Ejercitarse en las artes, las ciencias, las lenguas, etc.
5. Sembrar y hacer que se desarrollen microorganismo sobre sustancias apropiadas.
Aunando los conceptos y dándoles sentido personal, podríamos decir que cultivar es sinónimo de desarrollar, hacer creer, poner lo mejor que tenemos para dar y transformar, en definitiva, sacar de dentro lo mejor que tenemos para aportar beneficios y valores.
¿Qué pasaría si nos cultiváramos a nosotros mismos?
El estado natural del cuerpo humano es la salud, el cual podríamos definir a grosso modo como un bienestar general, donde el cuerpo está lleno de energía y vitalidad. Es decir, ausencia de enfermedad.
Vamos por partes (cuando en realidad todas son UNA):
El cuerpo necesita alimentos para desarrollarse, mantener, regenerar, renovar y depurar todos los sistemas del organismo.
La mente requiere estar activa, en su máxima expresión de creatividad.
El espíritu, esa parte propia de nuestro ser, la que se relaciona con todo lo exterior, quiere experiencias agradables, positivas, estimulantes y excitantes que nos hagan experimentar esta vida con algo emocionante.


Una forma de cultivar esos tres aspectos es a través de la comida.
La alimentación es un arte, un ritual, una experiencia mágica que crea un ambiente de armonía, paz y disfrute, ya sea para con uno mismo o para compartirlo con personas queridas.
Una comida preparada con intención de cuidar, conquistar, sorprender, agradar, gustar, alegrar o satisfacer es un acto de amor y de cariño.
Todo lo que se vive alrededor de una mesa, es un ambiente mágico y envolvente que se crea a través de nuestra intención por querer y de querer.
Estamos hablando de alimentos saludables, nada que ver con productos precocidos, ultraprocesados, fast food... es bien sabido que la comida rápida trae consigo digestiones lentas y pensamientos no muy positivos...
En este mundo tan caótico, frenético, lleno de prisa, ruido, ansiedad, estrés, agobio... (nos acostamos agotados y nos levantamos cansados), las palabras tranquilidad y descanso parecen no pertenecer a esta sociedad.
En esta vorágine desvaloramos la comida, no hay tiempo. Nos pasamos todo el día corriendo, haciendo las cosas lo más rápido posible para ganar tiempo, pero ¿qué hacemos con el tiempo que ganamos?, generalmente, perderlo.
Dentro de todo este caos, a parte de perder tiempo, o de ganarlo para tirarlo, también nos hemos perdido a nosotros mismos.
Cuántas veces he escuchado “me da igual, lo que sea, como cualquier cosa”, ¿será que nos sentimos cualquier cosa…?
Supongo que a tu coche no le echas cualquier cosa en el depósito.
Si comemos cualquier cosa...
¿Será que nos sentimos cualquier cosa?
La comida ha perdido su magia. Cogemos alimentos sin pensar, sin ritual, sin mirar qué es ni qué lleva. Hemos perdido el sentido del gusto y la experiencia de compartirlo, “dime qué comes y te diré cómo eres”.
Disfrutar de un tiempo comiendo con personas queridas es placer en estado puro, una pócima mágica que genera bienestar y una de las pastillas más efectivas para alargar la vida viviéndola con mucho gusto.


Hemos escuchado en multitud de ocasiones, "eres lo que comes", y es cierto.
Los alimentos no sólo nos aportan energía, sino que sus compuestos pasan a formar parte de nosotros, en beneficio o en prejuicio, eso dependerá del tipo de alimento o producto comestible (no merecen la mención de alimento).
Un alimento no sólo son calorías en forma de hidratos de carbono o grasas, sino que tiene un sinfín de nutrientes que tu organismo utiliza para regenerar, depurar y mantener los sistemas de tu cuerpo.
Actualmente, el mayor porcentaje de mortalidad en el mundo moderno son las enfermedades cardiovasculares, las cuales podrían prevenirse siguiendo un estilo de vida saludable. Es decir, la causa principal de estas enfermedades son nuestras decisiones.
Los hábitos de vida impropios del ser humano es un asalto y derribo a nuestra propia naturaleza, el resultado, enfermedades propias de una sociedad opulente, tenemos de todo menos salud.

"Era tan pobre que sólo tenía dinero"
J. Sabina.
Estamos sobrealimentados y desnutridos a la vez.
La comida rápida nos hace lentos física y mentalmente.
Vivir de un modo natural es lo que tu cuerpo (y mente) necesita.
¡Cultívate!
Cultiva relaciones, personas, parejas, hobbies, momentos, viajes, paseos, rutas, cenas, terrazas, conversaciones, cafés, vinos... todo lo que te añada valor añadido y te nutran mucho más que el mejor alimento del mundo.
Lo cierto es que el mejor alimento es la amistad.
Somos animales de costumbres, igual que nos hemos acomodado a lo malo, vamos a acostumbrarnos a lo bueno…

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